Mi zombi y yo

Desde que sé que soy un zombi la verdad es que estoy mucho más tranquilo. Ciertamente, no hay como conocerse bien para andar a gusto por el mundo.

Con todo, conviene aclarar que, afortunadamente, no se trata de que yo sea uno de esos seres destartalados de los que tanto gustan últimamente el cine de terror y las series de televisión. Mi caso es mucho más elegante, porque estoy hablando de zombis en términos nada menos que neurobiológicos e, incluso, poniéndose estupendo, de filosofía de la mente, que es mucho más fino, qué duda cabe. Porque, de acuerdo con lo que dicen estos respetables saberes, un zombi vendría siendo algo así como “un ser que desarrolla comportamiento, pero sin tener estados conscientes”. Y, siendo así, tengo que reconocer que la mayor parte del tiempo yo voy por el mundo de esa manera, es decir, más bien sin mí. Un zombi, pues.

Por otro lado, una segunda necesaria aclaración es que para saberse un zombi es indispensable dejar de serlo de vez en cuando. Por lo menos un rato, aunque solo sea diez minutos, y en esos instantes es preciso alcanzar cierto grado de presencia y constatación de sí mismo, estado en el que inmediatamente uno deja de ser un zombi y pasa a ser otra cosa, otra cosa en la que tampoco se gana mucho, porque yo diría que se parece más de lo deseable a la condición de fantasma, y digo fantasma porque no sé qué otro nombre ponerle a sentirse estar ahí sin tener muy claro de lo que se trata.

En fin, lo malo está en que andar de fantasma es un poco precario porque, en cuanto uno se despista, se vuelve a ser un zombi, que es lo que me pasa a mí la mayor parte del tempo. Claro que quizás no sea realmente tan malo porque ser fantasma, francamente, resulta cansado.

Una respuesta a “Mi zombi y yo

  1. Gerónimo Congé May 3, 2021 / 6:04 am

    Ser zombi o fantasma, esa es la cuestión!

    Me gusta

Deja un comentario