Esto decía Fernando Pessoa por boca de Álvaro de Campos:
No: despacio.
Despacio, porque no sé a dónde quiero ir.
Hay entre mí y mis pasos una divergencia instintiva.
Hay entre quien soy y donde estoy una diferencia de verbo
que corresponde a la realidade.
Despacio
Sí, despacio…
Quiero pensar en lo que quiere decir este despacio…
Talvez el mundo exterior tenga demasiada prisa.
Talvez el alma común quiera llegar antes.
Talvez la impresión de los momentos sea cercana en exceso…
Talvez todo eso…
Pero lo que me preocupa es esta palabra despacio…
¿Qué es lo que tiene que ser despacio?
Si acaso el universo…
Y razón no le faltaba.
De hecho, a veces, cuando hago las cosas con especial lentitud, parece que asomase por debajo de ellas algo distinto, casi otro mundo. Prendiendo los botones de la camisa, secando las manos con la toalla, pelando una manzana… Haciéndolo bien lento, exageradamente lento, es sorprendente lo que se puede sentir. Casi como si, al hacerlo, apareciese un pequeño duende trasteando entre los dedos y se viese que es él quien realmente abrocha los botones, friega las manos o mueve el cuchillo contra la manzana.
Eso sí, el duende tiene la delicadeza de no preguntar por qué lo tengo haciendo lo que está haciendo.
Despacito (yeh, go)
Quiero respirar tu cuello despacito (yeh)
Deja que te diga cosas al oído (yeh)
Para que te acuerdes si no estás conmigo
Despacito
Quiero desnudarte a besos despacito (yeh)
Firmar las paredes de tu laberinto
Y hacer de tu cuerpo todo un manuscrito (sube, sube, sube)
(De E. Ender /L. Fonsi / R. Ayala)
Que no es lo mismo, pero es igual.
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No sé yo si Pessoa estaría de acuerdo con ese parecido, pero quién sabe….
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entra tanto ruido, qué oportuno llega el poema de Pessoa. Lentitud, ligereza y lucidez empiezan por la misma letra. Por algo será…
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Aunque no empiece por ele, no estaría mal añadir en la lista a la atención…
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