Sábado por la mañana. Día lluvioso y algo frío. Sin cosas pendientes, es decir, sin nada en especial que hacer, es decir, con cualquier cosa para poder hacer.
Claro que, considerando que ya voy teniendo cierta edad y que no hay garantías respecto a la duración de mi metabolismo personal, por no decirlo más crudamente, quizás habría que pensar que no se puede andar por ahí gastando el tiempo así, a la buena de dios, como si fuese infinito.
Claro que, y hay que decirlo, para no gastar el tiempo así, a la buena de dios, habría que saber de qué otra forma se podría gastar, cosa que no termina de estar clara, quizás porque para eso habría que entenderlo todo bien, y el caso es que, cuando uno se pone a estudiarlo, todo resulta estar decididamente embarullado y no hay forma de sacar conclusiones mínimamente prácticas.
Claro que, teniendo en cuenta que en unos cinco mil millones de años nuestro terrestre mundo se va a fundir por la explosión del Sol, cuando se le agote su reserva de hidrógeno, la verdad es que da un poco de pereza esforzarse por entenderlo todo. Incluso una parte, como sea tirando a grande.
Siendo así, pienso que voy a gastar esta lluviosa mañana de sábado, algo fría, en no hacer nada. A ver si lo consigo.