En una ocasión, al salir el viernes por la noche como acostumbramos, fuimos a tomar una cerveza a una coctelería que está cerca de casa. Fuimos temprano, en la hora de la cerveza en lugar de la de los cócteles, porque sabíamos que iba a tocar un saxofonista en una promoción de una marca de alcohol.
Estábamos seis clientes así que, como promoción, no está claro que sirviera de mucho. El saxofonista, que tocaba sobre bases grabadas y se movía entre la poca gente que por allí estábamos, llevaba sombrerito, pajarita y tirantes y, para rematar el conjunto, los laterales del saxo estaban resaltados con unas líneas de lucecitas verdes. Tocaba muy bien, en un estilo pop-rock, y hacía lo que podía para animar, pero aquello no había quien lo levantase.
El caso es que a mí las que me llamaron mucho la atención fueron las lucecitas verdes en el saxo. Digo yo que hay que entenderlas como una forma de llamar la atención, es decir, como una forma de ayudar a ver el saxo de otra manera.
Probablemente la idea es buena y, siendo así, se podría pensar en generalizarla para intentar verlo todo de otra manera y, para ello, probar a ponerle lucecitas verdes a todo. A las mesas, a los coches, las casas, los vasos… Lo que ya no sé es cómo se les podría poner lucecitas verdes a cosas como la ingenuidad o el aburrimiento. Difícil, sin duda. Quizás habría que pensar en usar otros colores…