Nº 14 / En defensa de la polinización (Sermones de Óscar).

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A la hora de revisar, pensando en su mejora, la fisiología humana, en materia de sexo la verdad es que se podría pensar que hay poco margen para tal mejora. Porque tanto en sus elementos estructurales, la diferenciación por géneros, por ejemplo, como los de detalle, y ahí tenemos el diseño de los órganos implicados, asoma la grandeza de la genialidad. Entre sus piernas, solución al tiempo práctica y elegante, el ser humano tiene al alcance de su mano, o de cualquier otra mano u órgano, una herramienta de experimentación cuasi mística inagotable. Bueno, por lo menos, renovable.

Sin embargo, y lamentablemente, se cometió un error injustificable. Porque vincular como se ha hecho, de manera claramente gratuita, el sexo con la reproducción ha dado  lugar a una fuente permanente de desorientación y malestar. Y es que aun aceptando que se optase por hacer mortal al ser humano, algo ya a todas luces discutible,  y que, por lo tanto, fuese necesaria alguna forma de sustitución de los individuos, se debería haber optado por cualquier otro sistema (partenogénesis, oviparismo, polinización…) que, además de no afectar al discurrir cotidiano de la gente embarullándolo con embarazos, partos, pañales, actividades extraescolares y demás zarandajas, evitara también los perniciosos efectos que sobre la imagen que tenemos de nosotros mismos puede inducir la desasosegante proximidad que actualmente sufrimos entre sexo y reproducción.

Porque, tengámoslo claro, habrá almas cándidas  que puedan llegar a pensar que la finalidad del sexo es la reproducción y, entonces, con esa misma deformada lógica, terminar por sospechar que el resto de las actividades humanas (comer, dormir, respirar…) también responden al mismo fundamento instrumental. Que, como quien dice, sirven para algo. Pues no señor, no me da la gana. Porque, seres esenciales y finalistas como nosotros somos, debemos mantener las distancias de cualquier sospecha de servidumbre, que se empieza por ahí y a saber dónde se acaba.

Y, por eso, para ahuyentar esas ridículas fantasías, debemos afirmar rotundamente que la causa de esa deplorable y antinatural unión entre sexo y reproducción no es otra que la mezquina economía de medios que rigió el diseño de algunas de las funcionalidades del ser humano, que en este caso es palmario. En los órganos en los que ya se concentraban las funciones sexuales y excretoras, ¡no se les ocurre otra cosa que colocar también las reproductivas! Demencial…

No tengo palabras delante de esta falta de generosidad que, escondiéndose en criterios de economía, dejó de lado aspectos esenciales del equilibrio emocional humano. Y así nos va, con lo bien que estaríamos polinizándonos en primavera…

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